lunes, 19 de diciembre de 2011

Para mí la navidad comienza cuando el aginaldo hace presencia rebosante de exquisiteces . Miro el distinguido champán y me transporto a ese mágico brindis en el que nos damos cuenta de lo fantástico que es tener gente con la que comer, beber y reir.


Después de la llegada de la cesta de navidad me suelen entran unas ganas locas de decorar la casa. Poquito a poco se va impregnando del espíritu de la Natividad mientras que la disfrazamos de invierno, de frío.


En breves se presenta el santo más querido de todos: Santo Tomás. La abundante lluvia y escasos grados que siempre acompañan ese día no amedrentan a los donostiarras y siempre salimos de nuestras cuevas dispuestos a ponernos tibios de txistorra y sidra. Siempre suele astuto cogerse fiesta el día posterior, pues los caminos de dios son inescrutables (o dicho de otra forma, nunca sabes dónde puedes terminar).


La nochebuena siempre es grata al calor del fuego y en compañía de la familia. Sobre todo para aquellos que llegan calentitos del cocktel previo. Los chistes de tíos, la sonrisa serena de la abuela, la euforia de tu padre e incluso el turrón del duro son digeribles esta noche.


Sueño con pasar una navidad en Laponia alguna vez en mi vida, junto a Jouluppuki (Papa Noel) y presenciando ese milagro en el cielo llamado "luces del Norte" o "aurora boreal". Según cuentan la atmósfera arde sobre un lago helado. Mientras tanto disfrutaremos igual en euskadi: comeremos, beberemos y reiremos sin parar.



Os propongo algunos motivos decorativos que me han cautivado. La primera es de cosecha propia. Las demás rescatadas de Google.



















































1 comentario:

Hirondelle dijo...

Lo de Laponia es un planazo, las estrellitas de tu casa muy bonitas y lo demás también, que empieces muy bien el 2012, bsss!