Leyendo un artículo de una revista del obsoleto mes de septiembre, me he percatado de que mi lista de buenos propósitos para el nuevo curso es... ¿extensa? ¿ambiciosa? ¿extravagante? ... no. Más bien inexistente. Mis días otoñales discurrían felices entre el despelote en soporíferas playas del Pacífico y montar ciscos al carpintero. Pero era una felicidad a medias. Con esa típica sensación de cuando uno va de viaje: "se me está olvidando algo importante.. noooooo! el gorro de ducha!". Al recuperar mi Vanidad de septiembre (hablo de la revista, la otra nunca la perdí) todo ha cobrado sentido: no había hecho mi inventario de buenos propósitos (además, sois conocedores de mi fanatismo por las listas y los ranking). Así pues, voy a ir ideando los del nuevo año, antes de que llegue nuestro santo Tomás y se nos pire la olla:
1) Contemplar las estrellas más a menudo. A veces, antes de meterme a la cama, las miro y me serenan. Nunca fue tarea fácil salir a la terraza teniendo que contraer tu cuerpo bajo la sudadera y esos calcetines ultragordos comprados en Estocolmo. La respiración genera ese humo que delata los 5 grados de ahí fuera...pero la mezcla de frío y cielo estrellado hace que el mundo pare por un momento. Desde el vello de tus brazos hasta tus ojos entran en contacto con la existencia.
2) Reír y bailar más. La última vez que me mondé fue ayer mismo con los rumanos de Olite (¿de Olite? ¿por qué Olite? me meo con lo de Olite) y Georgi Dann cantando la barbakiu. Este video, que ya lo publiqué una vez, engloba los dos propósitos. Soy fan del título...no puedo!
3)Ir a más conciertos. Enamorarme durante dos horas del cantante (si es más feo que el Fary comiendo limón, una se puede decantar por el bajo. El bajo es un instrumento...). Emborracharme de melodías y ritmos que genios de la música hacen llegar a mis oídos. Vaciar mi mente de banalidades y llenarla de magia. Dejar que mi cuerpo hable. Eso es para mí la música en vivo.
Nunca he probado la heroína, pero la sensación tiene que ser parecida a la que vivimos en el Sonar de Oporto. Fue en el concierto de "Explosions in the sky". Los tíos tienen un directo brutal. Nunca he visto a nadie involucrarse tanto. Pero lo curioso fue lo que nos produjeron esas melodías meramente instrumentales. Fue como si esos sonidos enraizaran en nuestro ser, como si inundaran nuestro cuerpo con un intenso bienestar, con amor, con una absoluta conexión con el todo. ¿Suena a tarados? Pues ahora cada vez que la escucho y cierro los ojos me entran ganas de llorar. Y no es de pena. No sé de qué es, la verdad...
Ahí os dejo la canción por antonomasia. No es lo mismo que un directo, pero si sentís el 10% de lo que nosotros sentimos, vais a sentir mucho.
Siento decepcionar a mis profesores de Marketing al haber elegido unos objetivos no medibles, pero los he elegido pensando que estamos demasiado ocupados en asuntos triviales. Admitamos que a veces se nos olvida buscarle la magia a la vida. Quizá, lo que nos pasa es que andamos a la caza de emociones fuertes... pero, ¿cómo vamos a encontrar lo que buscamos si la magia está en las estrellas?
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